8 de febrero de 2011

Sermón 306, San Agustín de Hipona.


" Todo hombre quiere ser feliz; no hay nadie que no lo quiera, y tan
fuertemente, que lo desea por encima de todo. Aún más: todo lo que quiere
además de esto, sólo lo quiere por eso. Los hombres van detrás de
diferentes pasiones, uno ésta, el otro aquella; en el mundo hay también
maneras distintas de ganarse la vida: cada uno escoge su profesión y la
ejerce. Mas, cuando se comprometen en una forma de vida, todos los hombres
actúan en ella buscando ser felices... ¿Qué cosa hay, pues, en esta vida
capaz de hacer feliz, que todos la buscan pero que no todos la encuentran?
Busquémosla... Si pregunto a alguno: «¿Quieres vivir?»,
nadie estará tentado de contestarme: «No lo quiero»... Igualmente si
pregunto: «¿Quieres vivir con buena salud?», nadie me responderá: «No
quiero». La salud es un don precioso a los ojos del rico, y para el pobre
es, a menudo, el único bien que posee... Todos están de acuerdo en amar la
vida y la salud. Ahora bien, cuando el hombre goza de vida y de una buena
salud, ¿se puede contentar con esto?... Un joven rico preguntó al Señor:
«Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17).
Temía morir y no podía escapar de morir... Sabía que una vida con dolores
y tormentos no es una vida, sino que más bien debería llamarse muerte...
Sólo la vida eterna puede ser feliz. La salud y la vida de aquí abajo nadie
os la asegura, teméis mucho perderla: llamad a eso «siempre temer»
y no «siempre vivir»... Si nuestra vida no es eterna, si no puede
eternamente llenar nuestros deseos, no puede ser feliz, e incluso no
es una vida... Cuando entremos en aquella vida de allá, estaremos seguros
que permaneceremos siempre en ella. Tendremos la certeza de poseer
eternamente la verdadera vida, sin ningún temor, porque estaremos en el
Reino del cual se ha dicho: «Y su reino no tendrá fin» (Lc 1,33)."

No hay comentarios:

Publicar un comentario